Presentación
Presentación
Dormir de forma habitual menos de seis horas por noche destroza tu sistema inmunitario, multiplicando por más de dos tu riesgo de sufrir cáncer. Las horas de sueño insuficientes son un factor clave del estilo de vida que determina si desarrollarás o no la enfermedad de Alzheimer o un severo cuadro depresivo. Un sueño inadecuado altera los niveles de azúcar en sangre, aumenta las probabilidades de que tus arterias coronarias se bloqueen, predisponiendo a sufrir alguna enfermedad cardiovascular, un ictus o un fallo cardíaco congestivo. Pero, además, incrementa el número de errores que se comenten y el número de accidentes que se sufren. Pensemos por un momento en la letal circunstancia de ponerse al volante de un automóvil sin haber dormido lo suficiente. Conducir con sueño es causa de cientos de miles de accidentes de tráfico y muertes cada año. Y en este caso, no solo está en riesgo la vida de las personas privadas de sueño, sino también las de quienes los rodean. Resulta inquietante saber que los accidentes de automóvil causados por conducir con sueño superan a todos los causados por el alcohol y las drogas. Y por si todo esto no fuera suficiente, el déficit de sueño genera un incremento de la infertilidad y un envejecimiento acelerado.
En el interior del cerebro, dormir mejora diferentes funciones, como nuestra capacidad de aprender, memorizar, tomar decisiones y realizar elecciones lógicas. El sueño cuida con benevolencia nuestra salud psicológica y recalibra nuestros circuitos cerebrales emocionales, permitiéndonos navegar por la dificultades sociales y psicológicas del día siguiente con una compostura imperturbable. Incluso estamos comenzando a comprender la experiencia más impermeable y controvertida de todas las experiencias de la conciencia: soñar. Además, en el resto del organismo, el sueño repone el arsenal de nuestro sistema inmunitario, ayuda a combatir la malignidad, previene las infecciones y evita todo tipo de enfermedades. El sueño modifica el estado metabólico del cuerpo ajustando el equilibrio entre la insulina y la glucosa circulante. El sueño contribuye a regular nuestro apetito, ayudando a controlar el peso corporal al fomentar la selección de alimentos saludables en lugar de la impulsividad imprudente. El sueño adecuado está íntimamente vinculado a la capacidad de nuestro sistema cardiovascular, disminuyendo la presión arterial y manteniendo el corazón en buen estado.
El sueño es lo más eficaz que podemos hacer para restablecer nuestra salud cerebral y corporal todos los días, el mayor esfuerzo de la naturaleza contra la muerte. Lamentablemente, la evidencia real que deja claros todos los peligros que corren los individuos y sociedades cuando no se duerme lo suficiente no ha sido transmitida al público.
Si tomamos en cuenta los efectos que dormir tiene sobre la salud, resulta fácil aceptar un vínculo comprobado: cuanto menos se duerme, más corta será la vida. Tristemente, los seres humanos son la única especie que se priva de sueño deliberadamente sin que ello le represente una auténtica ventaja. Todos los aspectos del bienestar están siendo erosionados por este estado de descuido del sueño, lo cual resulta tremendamente costoso. Tanto es así que la Organización mundial de la Salud (OMS) ha declarado una epidemia de sueño en las naciones industrializadas. No es casualidad que los países en donde el tiempo de sueño se ha reducido más dramáticamente sean también los que sufren el mayor aumento en las tasas de enfermedades físicas y trastornos mentales como los que hemos mencionado antes.
La privación de sueño degrada muchas de las facultades esenciales para la mayoría de los empleos. Sorprende que en muchos ambientes empresariales se considere el sueño como algo inútil; es algo que resulta extraño si tenemos en cuenta lo sensible que se muestra ese mismo mundo empresarial respecto de otras áreas de la salud, la seguridad y la conducta del empleado. Así, aunque existen innumerables políticas laborales referidas al tabaco, el abuso de sustancias, el comportamiento ético y la prevención de lesiones y enfermedades, el sueño insuficiente, un factor dañino y potencialmente letal, se tolera comúnmente al creer, erróneamente, que el tiempo invertido en una tarea es proporcional a la productividad de la misma. Un estudio realizado en cuatro importantes compañías estadounidenses demostró que el sueño insuficiente cuesta 3.500 dólares por empleado al año en pérdida de productividad; esto genera un enorme impacto en el producto interior bruto (PBI), privando a la mayoría de los países de más del 2% de su PIB, lo que representa lo que muchos países invierten en educación. En algunos países, como Japón, esa pérdida alcanza el 2.9% de su PIB.
Una menor cantidad de sueño predice un mayor absentismo laboral y una velocidad de realización de tareas más lentas; es decir, los empleados soñolientos son empleados improductivos.